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Un comienzo de curso prometedor

Artículo de la decana de la Facultad de Óptica y Optometría, Aurora Torrens i Gómez, publicado en el diario de Terrassa.

Hace unos días que ha empezado el nuevo curso académico en la Facultad de Óptica y Optometría de la Universidad Politécnica de Cataluña (UPC) y es un gusto volver a ver los pasillos y las aulas llenas de vida, de juventud y de lusiones después del verano.

Nos encontramos, por un lado, el alumnado “veterano” (que ya conoce el profesorado y los espacios) y, por otro, el alumnado de primero, novato y expectante porque comienza una carrera universitaria, con la confluencia emociones que esto implica.

Ahora observo estas nuevas caras con ojos de decana, pero no puedo evitar viajar en el tiempo y recordar cómo fueron mis primeros días de estudiante.

Escogí la diplomatura en Óptica y no teníamos edificio propio, por lo que compartíamos casa con “los ingenieros” en el edificio modernista de la Escuela Industrial de Terrassa. Todavía ahora puedo rememorar el pasillo de la segunda planta, donde se encontraban varios laboratorios de óptica. Recuerdo el miedo a no perder las pesas de química, que nos habían hecho comprar a precio casi de oro antes de empezar las prácticas. También me vienen a la cabeza imágenes y experiencias vividas en los gabinetes de optometría, donde nos graduábamos unos a otros, lo que hacía que conociéramos a la perfección las dioptrías y los astigmatismos de todo el grupo.

Recuerdo el miedo al fracaso de los primeros días, las amistades (algunas fugaces y otras perdurables) forjadas dentro de aquellas inmensas aulas donde se podía fumar, sin teléfonos móviles y donde dibujábamos caricaturas del profesorado en el libro de apuntes que habíamos comprado. Recuerdo también los viajes diarios con Renfe repasando apuntes antes de un examen… Y estos recuerdos me hacen sentir una gran empatía por los estudiantes actuales, por todos y todas ellas, cuando los veo buscando un laboratorio o la máquina de fotocopias, algo perdidos por los espacios que acabarán siendo sedes dentro de unas semanas.

Y es impactante comprobar cómo han cambiado las cosas en estos últimos 30 años. En 1993 marchamos de la Escuela Industrial y, desde entonces, tenemos edificio propio, lo que nos permite realizar la docencia en unas condiciones mucho mejores que antes. Hemos pasado de tener unos laboratorios de optometría en un pasillo recóndito, a tenerlos en el Centro Universitario de la Visión, nuestra clínica universitaria, donde los estudiantes revisan la visión de muchos pacientes “reales” antes de terminar los estudios (¡para aprobar ya no sirve conocer las graduaciones de los compañeros y compañeras!). Y estamos a punto de abrir las puertas de una nueva sede de la clínica en Barcelona, especializada en lentillas.

Los estudios cambiaron de “diplomado en óptica” a “diplomado en óptica y optometría” en 2003, incluyendo, así, en el nombre de los estudios la palabra que mejor define la labor sanitaria que realizamos los optometristas. Y en 2009 pasamos de ser una diplomatura de tres años a un grado de cuatro años, lo que ha repercutido también en un substancial aumento de la calidad de los estudios, ahora más interdisciplinarios y completos. Por el camino también hemos cambiado el nombre del centro: empezamos siendo una escuela universitaria y hoy somos una facultad.

Y ese progreso que se ha producido en la calidad de la docencia es muy bueno. Es bueno para la ciudad de Terrassa, sede de la única facultad de óptica y optometría que existe en toda Cataluña (y la mejor valorada de todo el Estado); es bueno para las personas con menos recursos, que pueden ser atendidas en nuestra clínica; es bueno para los estudiantes, que tienen la oportunidad de aprender mientras hacen un extraordinario servicio a la comunidad… y es bueno para la población en general, que puede estar tranquila sabiendo que los optometristas tenemos una preparación excelente para cuidar la salud visual.

Así que, más de 30 años después de ese momento en que empecé mi vida de estudiante universitaria, hoy estoy ilusionada y agradecida por ser la decana de esta facultad, ¡quién me lo iba a decir! Y siento orgullo al ver cómo toda la comunidad (profesorado y personal de administración y servicios) sigue haciendo todo lo posible cada día para mejorar, no sólo la calidad de los estudios, sino también el bienestar del alumnado durante su estancia en la facultad, que ahora también es la suya.

Espero que, en 30 años, alguien mire atrás como hago yo hoy y también sienta admiración por la positiva evolución de los estudios y de la profesión. El futuro es siempre prometedor. Muchos ánimos y mucha suerte para todo el alumnado universitario en estas primeras semanas de curso.

Lee AQUÍ el artículo en el  Diari de Terrassa

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